Del griego δημοκρατία significa poder del pueblo.
Señoras, señores yo como miembro de la sociedad de derecho he perdido mi fe en la democracia, un sistema que permite que el pueblo, no siempre con capacidad de escoger la mejor opción, pueda equivocar-se llanamente. Que la mayoría, que no es la totalidad de todos los que tienen derecho a elegir, elija una opción, no la hace a esta ni correcta ni mejor. Así pues, ¿es realmente consciente el pueblo de su error?
E aquí un claro ejemplo, llamémoslo ficticio, por llamarlo de algún modo.
¿Es democracia que cualquier miembro del pueblo pueda ser elegido como representante de tal? Si, en efecto. ¿Es correcto que, a sabiendas del daño que puede causar su elección, el pueblo elija una opción, por llamarla de alguna manera, inapropiada? y ¿Es justo que, una vez aprobada tal insensatez, se recurra, en caso de necesidad, a alguien más competente, que ya de antemano se había ofrecido para defender y ayudar al pueblo? ¿Es cuerdo que la dirigente del pueblo acuda a este susodicho, aun disponiendo de sus dos representantes?
Entonces, mi pregunta es: Este pueblo que se toma a la ligera la elección de los representantes, ¿merece la ayuda del buen samaritano, que ya no cree en al democracia?
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Aquest, fictici exemple, senyors i senyores, és en realitat la situació política de la meva classe, on per majoria abrusadora, tenim un delegat incompetent i les seves funcions son delegades (Válgame la redundáncia!) a gent més competent tot i no haver estat escollida pel poble...
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